La CEO de
Grupo Cisneros revela los detalles de Tropicalia Four Seasons, la inversión de
la década de Cisneros Real Estate: 500 hectáreas de un hotel de lujo y, por
supuesto, su campo de golf en la paradisiaca Miches.
La cita se acordó en una casona de la zona
colonial de Santo Domingo. Luego de una formal introducción, pudimos estar cara
a cara con Adriana Cisneros,
la representante de la tercera generación de una familia venezolana
abrumadoramente rica, según diversas estimaciones, entre ellas las propias de Forbes.
De hecho, su padre, Gustavo Cisneros, aparece en el lugar 478 de la lista
Forbes 2015, con una fortuna cercana a los 4,400 millones de dólares (mdd), un
imperio que comenzó hace casi 100 años Diego Cisneros.
Más tarde, Gustavo Cisneros tomaría el mando,
dejando su marca al diversificar las empresas. Consecuencia de ello, y ya con
uno de los hombres más ricos del mundo fuera del escenario, su hija, Adriana
Cisneros, ha comenzado a dar pasos más ambiciosos, consolidando esa
diversificación en tres frentes: Media, Interactive y Real Estate. Esta última,
de reciente formación, tiene como proyecto más importante precisamente
Tropicalia Four Seasons, un coloso de 310 mdd que creará cerca de 1,800 empleos
directos.
Con voz clara y firme, siempre sonriente y
diplomática, Adriana Cisneros responde a nuestras preguntas, visiblemente
orgullosa de este proyecto inmobiliario, el cual podría otorgarle el liderazgo
definitivo que la catapulte sin discusión como la número uno del emporio que su
abuelo inició hace casi un siglo. “Hace cinco años anunciamos una nueva
estructura corporativa, para ver en qué nos íbamos a enfocar en la próxima
década o dos, es un ejercicio que solemos hacer”, nos comenta. De inmediato
aterriza con Tropicalia. “Lo de Real Estate es una división totalmente nueva,
un espacio donde no habíamos participado antes y es ahí donde encaja el
proyecto Tropicalia en República Dominicana”, sostiene.
El hotel será para unos cuantos afortunados.
Four Seasons gestionará el complejo que Cisneros levantará en dos años, 170
habitaciones y 40 residencias; todo, por supuesto, de lujo. “Una noche costará
entre 900 y 1,200 dólares”, revela Cisneros, un monto que según le indican sus
estudios, podrán pagar turistas que buscan el lujo y no temen desembolsar entre
12,000 y 14,000 dólares por viaje. “Se trata de una oferta única, muy especial
y que el Caribe necesita”, explica.
Preguntada por el éxito de otros inversionistas
venezolanos en el país, como Luis Emilio Velutini con Blue Mall y el hotel JW
Marriott, además de otros proyectos inmobiliarios, Cisneros dijo desconocer los
detalles de dichas inversiones y de las alianzas que tienen colegas con
empresarios locales. Agrega que en su caso Tropicalia ha sido fruto de una alianza
estratégica con Four Seasons, “un viaje del tango (risas), donde nos dimos
cuenta que seríamos buena pareja. Uno los contrata para el manejo del hotel,
pero debe construirse bajo los estándares que ellos exigen”, revela.
Luego de analizar proyectos de 30 arquitectos,
se inclinaron por el complejo que ya se levanta y que se estima estará listo
para 2018, coincidentemente el décimo aniversario de la Fundación Tropicalia,
el centro logístico que llevó adelante ambiciosos proyectos económicos, sociales
y educativos para preparar al “olvidado” Miches y para que sus ciudadanos
fueran parte del éxito comercial que implica una inversión de ese calibre.
“En Miches se hizo una inversión previa”,
adelanta Cisneros.
Dice que su familia se enamoró de la belleza natural de la zona, donde
originalmente levantarían una casa de descanso, fiel a su filosofía de dejar a
República Dominicana como lugar de relajación, no de inversiones o negocios. El
tiempo volteó las cartas y optaron por ir más allá, “para hacer algo más
relevante para República Dominicana”, explica.
Cisneros tiene razón. Durante 40 años su
familia había elegido el país para desconectarse de sus negocios. Pero fiel a
su instinto, Adriana vio una oportunidad en el turismo de lujo, porque a su
juicio “el negocio del all inclusive ya
está bien copado”. Four Seasons en Miches promete ser el inicio de un proyecto
inmobiliario de grandes proporciones. “República Dominicana siempre fue un
lugar de vacaciones. Ahora cambió todo, con el proyecto más importante de la
década con Tropicalia”, asegura.
Pero para que Tropicalia fuera viable, también
lo debía acompañar su entorno. “Nos dimos cuenta que para asegurar el éxito del
proyecto debíamos hacerlo involucrando a la comunidad”, comenta Cisneros, para
lo cual —relata— desarrollaron un plan de trabajo, primero para conocer a la
gente, “hablando con las personas, qué veían, qué necesitaban, era un pueblo
que hasta hace poco se sentía abandonado”, reflexiona.
Por ello “establecimos Fundación Tropicalia,
para canalizar actividades que garanticen el bienestar de Miches y de toda su
gente, muy enfocado en asegurar que para el día que abriese el hotel, no sólo
tuviéramos gente capaz y emocionada de trabajar con nosotros, pero que también
al momento de que el turista decidiera caminar por la zona se sintiera a
gusto”, explica.
Detrás de una inversión de 8.5 mdd en ocho años
de haber sido creada la Fundación Tropicalia, “hay programas de alto impacto,
donde trabajamos mucho con educación. Lanzamos un programa de recuperación de
escuelas, además de actividades para los niños, como ‘Soy Niña, Soy
Importante’, donde damos formación integral”, comenta Cisneros. Al ingresar a
su portal web, ‘Soy niña, Soy importante’ aparece entre lo más destacado de sus
apuestas socioeconómicas.
El peso del apellido
Afortunada, comprometida y preparada, así se
define Adriana
Cisneros al hablar de su momento como número uno de la compañía. “Me siento
afortunada, me siento identificada con la visión de mi abuelo y con mi padre,
mi amigo, aliado, compinche, y creo que entiendo profundamente de qué se ha
tratado nuestra empresa familiar por 100 años. Me encanta trabajar duro por mi
familia. No sé si trabajara tanto si la empresa no llevara el apellido de mi
familia”, reflexiona.
Cisneros dice que a diferencia de otros grupos
familiares, no existe un decreto que dictamine que debe ser alguien de la
familia. “Entre mi abuelo, mi papá y yo han habido ceos que estaban preparados.
En este momento soy yo”, dice enfática.
De la crisis en Venezuela evita hablar, y si lo
hace es a grandes rasgos. Justifica la supervivencia de la marca Cisneros a la
presencia de sus negocios en toda Latinoamérica. “Tenemos un horizonte mucho
más lejano que una empresa de cualquier otro tipo, y eso te ayuda a poder
superar cualquier crisis, económica, política, familiar”, sostiene. Dice que el
valor agregado de Cisneros es que pueden darse el lujo de planificar su
estrategia para los próximos 30, 50 o 100 años.
Machismo y familia
Con el machismo no ha tenido problemas.
Cisneros dice que Venezuela ha sido un país donde siempre las mujeres tuvieron
los mismos derechos que los hombres. Pero donde sí tuvo que batallar fue cuando
asumió el cargo de CEO con tan sólo 33 años, “y eso le chocó a algunas
personas, pero ya no es un problema”, dice entre risas.
Y qué hay de la familia. Adriana Cisneros
sostiene que viaja en promedio cinco días a la semana, por lo que su tiempo en
casa —en la actualidad reside en Miami— es corto, pero valioso. “En casa,
cambia la dinámica. Trato de ocuparme de mis hijos y mi esposo, llevo mis hijos
al colegio, voy a la oficina y en la tarde trato de cenar en casa. Tengo dos
hijos, de siete y ocho años, que se sienten totalmente dominicanos”, explica.
Esta es, en esencia, la mujer más poderosa de la firma Cisneros. A sus 36 años, lidera con puño de hierro la nueva era de la empresa que fundó su abuelo. Adriana mira los próximos años, esperando dejar una huella imborrable que perdure en el tiempo. A su paso, las cartas están a su favor.
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